domingo, 17 de abril de 2011

De la melancolía inacabada en tarde de domingo

Y es así y pasa. Viene, como viene la impotencia de no poder cambiar algo. De aquello que no está en nuestras manos por que la respuesta es siempre no. Existe ahí, todos los días, para recordarnos infaltablemente que no importa que se haga, es completamente imposible que un día se cambie de opinión. Intentamos alejarnos para no terminar siendo presas del sentimiento de melancolía y por lo tanto fingimos que queremos otra cosa. Se cambia el interés y se empieza a hacer todo lo posible por menguar el sentimiento de ahogo. Siempre la efectividad de los placebos hasta que esa sombra nos sorprende en aquella oscuridad de la noche, cuando en la soledad le gritamos al vacio, a la vida, a la muerte, a todo.

domingo, 10 de abril de 2011

Ocupaciones Varias VIII - De mi historia y de cómo ella se conecta con la tuya

Tal como estaba escrito volvió Personaje a ese gran “no sé cómo llamarlo” frente a las “varias puertas”. Circular, como a veces son los caminos, entró por la misma puerta por la cual salió; cuando decidió conocer aquellos tres puntos suspensivos. Estos que en algún momento variaron para ser una coma, un punto aparte, un punto y hasta en alguna que otra ocasión, algunos dos puntos. Volvió quizá por aquella casualidad de la que todos somos víctimas, o quizá por la curiosidad de aquella puerta que nunca visitó. Volvió porque así estaba escrito o por que el demiurgo que ahora controla los hilos de su vida lo creyó divertido. La razón no la sabremos, pero allí estaba de nuevo Personaje. Allí, aparentemente, quería estar. Miro de nuevo las “Varias Puertas” y recorrió los laberinticos caminos de la memoria egoísta seleccionando recuerdos de lo allí vivido. No sabemos que cruzó por su cabeza; alejado ahora de este narrador, no se tiene conocimiento alguno sobre sus pensamientos y sensaciones. Sólo relatando lo que allí sucedió, Personaje extrañó al árbol y a la mujer alada, aún después de todo ese tiempo guardaba recuerdos fraccionados de aquellos encuentros y recordaba partes de lo que fue su primer recorrido por allí.


Tocó aquella “varias puertas” blanca, la última por la cual entró. Se preguntó en voz alta - ¿qué pasaría si decidiera entrar de nuevo por ahí? – pero esta vez nadie respondió. Se sentía el vacío que deja el paso del tiempo, el silencio a modo de reproche y aquella desconfianza que sienten las cosas cuando decidimos volver. Personaje pasó su mano por las otras puertas pintándose de colores. No sabía si aquello había sido siempre así o misteriosamente todo se empezó a perder su color.


-¿Será que están vacíos estos lugares o será, por el contrario, que esperan a alguien más?- Silencio y más silencio fue la respuesta. Decidió recorrer aquel “no sé cómo llamarlo”, una y otra vez, algo confuso o asiduo de alguna respuesta. Nada diferente pasaba hasta que algo ocurrió. Fue una pequeña chispa, algún brillo casi imperceptible, casi inexistente que le recordó a nuestro personaje que por algún motivo él nunca había visitado aquel rectángulo verde.


Se paró en frente de él observándolo con detalle. Sus ojos recorrían aquel verde mezclado con un verde más claro, aquella forma que parecía haber sido más que una forma, un laberinto, un rombo, quizá un círculo, alguna perfecta figura. -¿Por qué verde?- se preguntó Personaje; una pregunta que en algún momento tuvo respuesta, pero que ahora carece de ella. Arriba de la “puerta” se leía: “De mi historia y de cómo ella se conecta con la tuya”.


La relatividad del tiempo no nos permite saber con precisión cuánto estuvo Personaje observando aquella “varias puertas”, ni tampoco podemos afirmar con exactitud alguna que pasaba por su cabeza. Esperábamos como él a que cualquier cosa sucediera. Estiró su mano y se acercó a ella, posándola en ese punto donde se pone una mano cuando se quiere abrir una puerta e intentó abrirla pero el rectángulo no cedió. En su lugar escuchó un suave carraspeo. – ¿Quién es?- preguntó, sin obtener más respuesta que ese continuo carraspeo. Cuando estaba poniéndose de pie, alguien le habló. –Voy a contarte una historia pequeño Personaje. Si estás de acuerdo en escucharla-. Personaje asintió y la voz empezó el relato…


Hace algún tiempo se conocieron dos sujetos. A falta de un mejor nombre los llamaremos chico y chica. Sin importar la razón, la vida de nuestros dos sujetos se encontró en algún paraje en un tiempo-espacio similar, y allí encontramos nuestro inicio. Aquel inicio entre chico y chica se desenvolvió dentro de una canción o varias, dentro de un beso o varios, dentro de algunas bonitas palabras. Chica encontró en chico una luz que le gustó, era de un color agradable y parecía siempre permanecer; por otro lado él encontró en ella un rincón donde sus palabras no hacían eco y eso le pareció encantador.


Un día, juntos en un lugar cualquiera, ella lo encontró diferente. Sintió que había algo que chico quería decirle pero al mismo tiempo algo lo detenía. Buscando animarlo le dijo: –las personas siempre se alejan- . – Guardo la esperanza que quieras quedarte, pero si debes partir, hazlo-. Chico intentó explicarse pero para ella las palabras eran innecesarias. –Sé que nada de esto es real. Todo se debe a la cobardía - continuó ella – Ya sabes, cuando no te es posible decir que no. Sé que me alejo de aquello que buscas y sé que mientes para no tenerlo que decir. La verdad no es menos cierta cuando se disfraza de cosas bonitas y por ello sobra cualquier justificación. Nunca hubo una ocasión, nunca hubo una puerta, de hecho me estoy preguntando si los actos fueron reales, si algo existió alguna vez.- Ella lloraba dándole la espalda, él nunca lo notó. Lo cierto es que nada es absoluto y siempre llega el momento de decir adiós.


Ya has escuchado la historia “de mi historia y de cómo ella se conecta con la tuya” concluyó la voz. No volvió a decir nada más.


Siendo este el fin de aquellos recorridos Personaje pensó que ya había llegado el momento de partir. Cuando le dio la espalda a las “varias puertas” vio algo que no había visto antes. Pudo observar, pequeño y a lo lejos, aquel rectángulo de colores llamado “puerta” por la que ingresó esa noche de búsqueda y camino.


Cuando salió por aquella puerta se encontró de nuevo en esa línea gris rodeado de pavimento y edificaciones, y por primera vez desde que entrara por ese rectángulo de colores Personaje se sintió solo. En su bolsillo halló un pedazo de papel que decía:


“Este es, ahora, el punto final”.

Ocupaciones Varias VII - El porqué de los tres puntos suspensivos

La respuesta vino esta vez desde su interior. Aunque su creador hubiera dispuesto o deseado trazarle otro camino a Personaje, él en cualquier caso hubiera desobedecido. No era, en sí, un poder total de su razón, no podríamos decir que fue una decisión consciente de su cerebro. Apenas si conocía a aquella mujer alada y poco entendía su poder sobre él. Fue un fenómeno inesperado en el cual ese pequeño Personaje se fundió con el porqué, uniéndose allí con la razón de su existencia y, modificando así su propia esencia decidió entrar por la puerta blanca. “El porqué de los tres puntos suspensivos” se había planeado como final para esta historia pero como un momento epifánico Personaje se arrancó del papel y entró por aquel cuadrado. Su creador, atónito, entendió que esto estaba planeado desde el comienzo y que no hubiera podido hacer nada para evitarlo; entendió que todo lo que había pasado, las puertas, el árbol, aquella mujer, eran también sus vivencias y que las palabras dichas habían sido pronunciadas para él. Personaje había dejado de ser sólo Personaje y se insertaba como una pequeña pieza dentro de su existir.



Allí se encontraba Personaje con aquel cuadrado blanco a sus espaldas. De tres puntos suspensivos mucho se puede esperar; su creador lo había planeado como un comienzo que le diera una gran sabiduría, pero Personaje era pequeño y extrañaba a su mamá. No estaba acostumbrado a decidir y por ello su camino desde ese punto empezó pausado y lejano, dudaba siempre de su próximo paso por el normal y humano miedo a la equivocación, pero al mismo tiempo estaba feliz de haber emprendido un camino por decisión propia y más que todo porque ese camino evitaba su soledad. Aquella soledad ahora inexistente porque desde que había cruzado aquella puerta sentía que otra mano agarraba la suya.



No nos contó más de la historia. Desde aquel momento epifánico en el cual se sobrepusieron los sujetos nuestro papel se redujo al de narrador. Así, Personaje emprendió un recorrido por aquel camino que encontró allá, donde decidió entrar.



Las preguntas son ahora para Personaje, pero el narrador se detiene antes de hacerlas; aquel se aleja y al hacerlo se hace cada vez más pequeño. Está Personaje, ahora, muy lejos para escuchar. Su único consuelo es que sabe que volverá en algún momento a encontrarse frente a aquellas “varias puertas”, y cuando ese momento llegue podrá decirle aquello que hoy ha decidido callar.



(Fin parte sexta)

domingo, 3 de abril de 2011

Cotidianidad VI - Objeto del deseo I o "primer instante" (Sin Terminar)


Creo que es la primera vez que lo veo; o quizá puede ser una segunda, de aquella primera ya muy olvidada. Aún así, de alguna forma estuvo permanente como algo diferente a una imagen. De haberlo conocido diría que es entones un recuerdo ajado y lejano pero siempre presente como un intermedio ente un recuerdo y otro. De ser esta la primera vez que mis ojos ven sus ojos, queda siempre la opción de aquel que lee el futuro y por lo mismo pensar que el destino nos ha acercado de alguna oscura y retorcida forma, en la cual tuve que esperarlo e imaginarlo por un largo tiempo antes de encontrarlo.


Todas las anteriores hipótesis, hermosas, sobre algo que aún no somos pero que podremos ser.


La verdad es, en cambio, de alguna manera más simple y por ello podemos tener la seguridad que no se inventó para complacer a nadie. Somos dos sujetos de los muchos en el mundo que presas de algún deseo fútil decidimos acercar nuestra existencia en algún determinado instante. Instante a su vez también fútil y sobre todo fiel a su esencia de ser sobre todas las cosas un instante no más.

Declaraciones IV - Algún semáforo en amarillo (Fragmento)


El problema en el dejarme ir al escribir un texto es precisamente que cuando dije que lo olvidaría no pensaba en convertirlo en algún recuerdo bonito, como hice con muchos otros; no pensaba nunca en dejarlo que permaneciera cerca de mí para que en algunas noches de insomnio viniera a reprocharme todo lo que prometí hacer y no hice o todo lo que cambié y que hizo que se fuera. Cuando dije que lo olvidaría pretendía, en cambio, hacer como si nunca, en absoluto hubiera ocurrido, como si mi vida nunca se hubiera cruzado con la suya en alguna noche fatídica de febrero, como si hubiera evitado amarlo por noches completas, unas tras otras. Como si aquellos momentos estuvieran en blanco, o fueran remplazados por recuerdos de niños corriendo en un parque, cometas en el cielo, cafés concurridos o cualquiera de esas imágenes, comunes, que se asemejan a las fotos de un portarretratos nuevo.

Cuando dije que lo olvidaría pretendía, por tanto, suprimir su recuerdo completamente.


Para logar el anterior propósito tenía, entonces que removerlo todo, todo, para poder engañar a mi cerebro y que ambos creyéramos que nos habíamos acabado de levantar y que aunque fue un letargo de varios meses, nada, además de la ficción de los sueños, había sucedido con nosotros. Dentro de lo que tenía que olvidar estaba como protagonista y pieza más importante a desaparecer los sentimientos o sensaciones producidas o generadas por él. Tenía que buscar en absolutamente cualquier parte y esta tarea no permitía ningún error que así mismo pudiera recordarme que él existió para mi.


Para que esto fuera el crimen perfecto debía también crear un sentimiento de repulsión. Todos nos vimos “Eternal sunshine of the spotless mind” y con mi tendencia al eterno retorno estaba casi segura que volvería a repetir la historia. Se me ocurrió dejar en mi recuerdo los sentimientos de ira y dolor pero todo sentimiento de ira por aquel que no nos quiere viene acompañado siempre por el desamor que alguna vez vino de un amor, y que nos deja por ende, en el mismo punto en el que empezamos.