domingo, 4 de mayo de 2008

Ciclos

Es un hecho, la vida es cíclica y me encuentro de nuevo con catorce años, más o menos, creo que menos. Se siente igual, exactamente, sólo es necesario extraer las cosas que descubrí en los diez años posteriores y que he aprendido a olvidar para luego redescubrir como si fuera la primera vez. Aún no tengo al primero y se ansía como ahora mismo se anhela otro, tal vez el último. Se siente ese calor en el vientre, de nuevo, nuevo, con los pliegues de una camisa ajena que se desea mía y la imposibilidad de poderla desabotonar. Una mano en unos labios y una sonrisa irónica y por lo mismo efímera que parece ser dedicada a mi, un ciclo que vuelve al deseo de tener lo que no se puede que crea una reducción al absurdo de todas las demás cosas que se tiene y no se desean cerrándose con una opresión en el pecho necesaria para tornarlo todo innecesario y obvio. Ahora se siente igual que ayer, por lo que todo se resume en un hoy del que nada se ha aprendido; de todas formas del deseo nada se puede aprender sin correr el riego de volverlo racional y por tanto aburrido. Él, de hoy, está más lejano que él, de ayer, y se afirma esto con total certeza y conocimiento ya que el de ayer se tuvo y el de hoy nunca se podrá, ni siquiera acercar en lo más mínimo. El problema radica en que ya se tiene la madurez suficiente para entender que hay cosas imposibles y la experiencia que te ha formado para dudar de esa madurez.
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Ahora lo miro, sin poder descubrir muy bien si la imagen es un recuerdo o…


Después de chocarme con una realidad,


levantarme y mirar las heridas


limpiar el barro y la sangre,


sentarme a llorar,


mirar a mi lado y no verte,


extender torpemente mis manos


en un intento inútil;


pidiendo en silencio


que seas tú


quien me levante del abismo en el que caí,


¿caímos? ¿caíste?...


el dolor es real,


y las marcas de una lucha absurda


también son reales,


perdidas entre muchas otras marcas


están mas vivas


sintiendo aún palpitar mi corazón.