domingo, 22 de marzo de 2009

Cotidianidad IV - C, Impulsos casi mercurianos para el caos


Mientras ella esperaba guardo silencio. No fue algo conciente, sólo así sucedió. Quizás fue por que C. la empujo y ella sintió como si la golpeara, talvez fue ella misma la que dejó de necesitar. Todo fue circular porque su tiempo de silencio fue roto de nuevo con otro acercamiento propiciado y alimentado por lo bien que se siente darle gusto a la falta de razón. Fue su cotidianidad, la de él, que la llevó a ese rompimiento, no aquella compartida e inexistente, sino la que él decidió compartir con lo demás sujetos. Obviamente nunca pretendió creer que él fuera, en un tiempo-espacio sin antes y sin después; pero los únicos momentos en los que ella lo percibía no daban cuenta de la existencia de aquellos. Por eso saber que sin querer compartían algunas cosas (que ella pretendía ignorar) crearon un sentimiento desconocido en su interior, algo que no sabía como llamar, pero que logro hacer consiente la desaparición y la incitaron a aparecerse de nuevo, a acercase de nuevo a C.

Lograr un acto mercuriano es bastante complejo para ella y más aún con él. C, puede hacerlo simplemente, pero no logra facilitar el momento en el cual ella puede huir desencadenando una reacción. Ella siempre podrá huir de C., pero es necesario que ese hecho desencadene una consecuencia, por minúscula que sea, para que sea considerado un acto de ese elemento. De cualquier otra forma es simplemente un silencio.
El acto anterior, de ella, fue casi mercuriano, por haber sido casi inconsciente. Casi porque lo era, antes de que razonara los hechos compartidos, las personas, los lugares, el tiempo. Todo lo que lo que hacía necesario más contacto para que C. se pudiera alejar de eso y lograra verla; aunque en el fondo nunca pueda verla como ella quisiera, aunque hasta hoy no la haya visto.

Hoy quería oír su voz y hacerlo era quizás fácil para cualquiera, menos para ella. C, es algo difícil de definir, y aún más de poder predecir sus reacciones. Ella sabe que de él puede esperarse cualquier acto y siente que ya ha estirado mucho aquel fino hilo y que está a punto de romperse. No hay nada hasta hoy que pueda producirle cierta tranquilidad. La calma de saber qué le está permitido hacer, para no cruzar esa línea que la ha separado de ser aquello que no desea.

El sentimiento nuevo para ella, se hace ahora más fuerte. Como siempre tiene demasiadas preguntas, pero no se atreve a hacerlas, esta vez no por el hecho de saber que no va a obtener respuesta, sino porque aún se cuestiona si las preguntas tendrían alguna trascendencia en la forma de relacionarse con C., y aunque en el fondo sabe que esas respuestas podrían cambiarlo todo, aún se niega a dejarse llevar por algo que siente que ni siquiera puede nombrar. Si las respuestas fueran exactamente como ella quisiera que fueran no se dejaría llevar por la cotidianidad que él decide tener con los demás sujetos y que ella no quiere, definitivamente, pero a la que si desea acercarse, para al final poder tener un acto puramente mercuriano. Pero no lo son y ella lo sabe, allá donde decide esconder siempre la razón cuando se acerca a C., para poder pretender que se acerca.

Cuando sea el momento de responder las preguntas me avisas – Le dice y espera su respuesta. En realidad hoy tiene ganas de jugar, aunque C. nunca ha aceptado sus invitaciones a jugar o sus juegos.

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