domingo, 9 de marzo de 2008

Sin Introducción

¿Quién es él, que logra sacar lo más oscuro de mi e igual sigue mirándome a los ojos sin una luz de juicio en los suyos? debe ser por que en ellos existe todavía el reflejo de mi antigua yo, la niña. Existe entre nosotros una confianza basada en ninguna vivencia más allá del mucho tiempo que dejamos de conocernos y el poco que lo hicimos. Aún así me mira como si se encontrara frente a mi alma, lo bueno y lo malo de ella, lo más profundo de mí. ¿Cómo vivir sin esa mirada? ¿Cómo se sigue adelante después de descubrir que existe pureza en el mundo, en mí? Sólo se puede, estar, en una larga espera de encontrarme de nuevo con esos ojos; permanecer burlando el lento tiempo hasta encontrar la paz, por unos minúsculos segundos, para ser empujada de nuevo al abismo de la incertidumbre, de no saber qué pasará mañana. ¿Impotencia? No. Supongo que a la luz de mi cordura no mereceré más que una sutil mirada, unos minutos de regresión a eso que no ha de volver, a mi pasado; de allí que no me reclame el hecho de esperar sin actos, ni mi melancolía, ni mis pensamientos inalcanzables. Ella por fin logró comprender que nada va más allá de aquella mirada, esa que ya cruzó la línea de lo agradable para introducirse en la satisfacción pura, sola, esa…

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